24 horas


Mañanas frías de ciudad y noches frías de habitación. ¿A dónde me dirijo?. ¿Será la soledad lo que conduce mis pies por el pavimento? Yo sólo miro cómo las nubes se pasean por el cielo mientras que el viento helado esponja mi cabello, y sólo me acompaña ese libro que leía cuando escapé de casa.

En ojos caídos veo mares imponentes, y en gente que camina en trajes veo monotonía grisácea. Me siento en este banco húmedo a distender recuerdos de la mano de la razón, peinando sueños ansiados y despeinando al tiempo que no juega limpio. 

Siento como si la soledad usara mi cuerpo como objeto para deambular en las aceras estrechas, acorralando la vida. Mis párpados pequeños son la cama del silencio, y mis brazos y piernas las de la poca luz de luna.

Largas miradas al piso y el constante parpadeo que alborota la sombra de pasos interminables, desvistiendo caras serias, pidiendo indicaciones a bocas que escupen navajas y buscando la salida de esta ciudad con insomnio. 

Y mataré la ilusión de volver hasta verla desangrarse, porque ya no sostendré esta vida de días homogéneos con los que me alimentó.








No hay comentarios:

Publicar un comentario