Loca por decisión

¿Puede uno elegir el momento exacto para volverse loco? Quizás sí. Tal vez ese ‘’momento exacto’’ es cuando decidimos enamorarnos. O bueno, no lo decidimos. Simplemente nos pasa.  No lo sé. Sólo sé que es una locura que ningún psiquiatra puede tratar.

Porque, ¡Hey! El amor es el mal sin cura que padecemos todos en algún momento de la vida, y el derecho con el que siempre contaremos.

Nada quitará esas sonrisas atontadas que surgen inconscientemente cuando pienso en tu nombre. Ni esos escalofríos que se generan en mi piel cuando tus manos tatúan formas invisibles en la misma. Ni el calor que me deja en los labios un beso tuyo. Ni que al escuchar notas musicales juntas , en conjunto con una letra que hizo algún cantante inspirándose en alguien, yo me inspire en ti. Ni las ganas de que en el espacio entre mis dedos, estén los tuyos.  Ni tampoco que escriba tu nombre en las últimas hojas de un cuaderno cuando no esté haciendo nada productivo en clases. Ni evitarán que piense en ti hasta cuando hago caras extrañas frente al espejo, o  me cepille los dientes. Ni la forma en la que memorizo cada sonido de tu voz, aunque sufra de mala memoria. Ni eliminarán el deseo de que los primeros párpados que vea abrirse en la mañana, sean los tuyos. Ni lo dulce que es el silencio a tu lado. Ni dejaré de ir a ese lugar al que me dirijo cuando tú me miras. Ni me quitarán las ganas de siempre querer cuidarte. Ni cantarte canciones, aunque no tenga la voz de Whitney Houston. Ni que, en tus brazos deje de encontrar el mejor refugio, el calor más acogedor, y el lugar más cómodo. Ni que me beba el café de tus ojos. Ni que sienta que las estrellas bailan al ritmo de nuestras voces. Ni que deje de verte como una constelación de estrellas, resumida en una perfecta sonrisa.  

Es algo tonto imaginar que mi trabajo de ‘’loca’’, no tendría vocación sin ti. Y es algo loco, eh. Es algo loco la fiesta que provocas en mi alma. ¡Vaya que sí!

Pero quizás hace tiempo decidí estar loca, loca por ti.