Mar


Me doy cuenta de que el mar es como la vida. Simple pero profundo, con disturbios en algunos momentos que siempre cesan, pero que al ir adentrándonos cada vez un poco más, nos encontramos con lo atractivo, evocador, interesante y tentador que realmente es, pero cada vez con precipitaciones de mayor imponencia. Con una orilla en la cual empezamos nuestro recorrido, y un final que no logramos avistar. 

El mar de nuestra vida se vuelve más vehemente cuando en nuestro garbear interminable, está alguien con nosotros para transitar ese camino. Alguien a quien no encontramos en la orilla... pero si en alguna parte de nuestro trayecto. 

En mi trayecto me topé contigo, mientras tú, transitabas el tuyo. En ese camino que recorrimos sólo como dos desconocidos que juntó la casualidad, quizás, logré vigilar tus acciones, tu proceder. Mis ojos avistaron tus labios rosados e intentaron abrir la puerta de tu corazón viendo esas dos tazas de café que tienes por ojos, mientras mis oídos escuchaban cómo te gusta ver la vida.

Hasta que, me dejé llevar por las olas de tu mar. Y tú por las olas del mío, haciéndonos uno solo... y nuestra marea se hizo la misma. En ese recorrido llegué a detallar todo lo que te hace ser tú (y aún lo hago), hasta la forma de las huellas que quedaban detrás de ti al caminar por el mar. Y quiero seguir haciéndolo. 
  

En nuestro andar, paré por un segundo a pensar y a preocuparme por lo que podríamos hallar más adelante... Pero tú, me acariciaste con las siguientes sílabas, que atesoraré como algo bendito: 

''La vida y sus olas hoy nos arrastran en la misma dirección. Disfrutemos mientras la marea nos lleve juntos.'' 

Y hoy te digo, no conozco la dirección a la que nos estén dirigiendo las olas de la vida, y hasta me da incertidumbre. Pero de algo estoy segura: El mar se vuelve dulce a tu lado. 

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